El castillo Soshuro (dia 19, Mes del Dragon, Decimo Octavo año de Hantei XXXVIII)

Os dirijis fuera del muelle hasta llegar a la salida, donde os espera un palanquin muy ornado con motivos Shoshi muy distintivo.

-No se aleje del palanquin, por favor.- Te dice discretamente, como intentando que nadie le oiga.

-Por supuesto, señor.

Permanezco donde me dice... mirando el palanquin con curiosidad, pero con la mirada que me ha echado él aun presente. Le ha cambiado la cara en cuanto he hablado... quizá no le caen bien los cangrejo.

Comenzais a moveros hacia el otro lado de la villa.

-Con quien habeis tenido ese mal entendido Hida-kun. ¿No habreis perdido los presentes para mi señor Shoshuro Hametsu?.- Te dice susurrando desde el palanquin y dando golpecitos para que te acerques mas y nadie os escuche.

-...

No sé si me está poniendo a prueba para recalcar mi incompetencia.

-Vuestro señor Shoshuro-donno no tiene por qué preocuparse a ese respecto. Los presentes están a salvo... Se trata de otro asunto.

Carraspeo.

-Sólo es una cuestión... de protocolo.

-Te escucho con interes, que sin el orden, no seriamos señores, si no animales del prado.- te dice con tono mas laxo.

-Entregamelo pues entonces y aclaremos este asunto de una buena vez.- te dice, revelando su voz que ha caido en la cuenta de que no se ha presentado y parece fustigarse por eso mentalmente. Ademas por una de las rendijas del palanquin de unos ojos enojados que te culpan por ello.

Saco el mensaje.

-... De la mano de Soshi Hikaru... Mis disculpas.

El samurai que anda al lado del palanquin por el otro lado extiende la mano para que le entregues el pergamino y se lo entrega al jefe de ceremonias Ennosuke.

Este hace un par de aspavientos guturales mientras lee con detenimiento el escrito.

...

Me quedo mirando, procuro no interrumpirle. Estoy totalmente en manos de lo que sea que Hikaru-sama escribió ahí.

Dejo que termine de leer.

-Si entiendo esto, habeis sido elegido "voluntariamente" para representar a vuestro clan ante Shoshuro-donno.- te dice, no puedes ver su expresion pero sabes sin lugar a dudas la cara que esta poniendo mientras habla.

-..... Así es... Soshi Ennosuke-Donno.

Carraspeo.

-... Lamento lo ocurrido, señor.

-Espero que sea lo unico que lamentemos.-

Tras unos minutos de tenso silencio, llegais al linde del "agradable" bosque. Los samurais se colocan formando un pasillo que atravesais el palanquin, una comitiva a vuestras espaldas, y tu. Pero al entrar no percibes en absoluto la frialdad que se vislumbraba desde el barco. Todo lo contrario, el lugar es calido, aunque en principio no muy acojedor.

Tras andar durante un trecho en el que has llegado a perder la nocion del tiempo, llegais a un claro en el que se alza una tipica casa de las villas de las tierras Hida. Esta está encabezada por el mon de tus ancestros en las puertas y una comitiva de cuatro sirvientas custodian la puerta a la espera de que llegueis a su altura.

Parpadeo mirando el ambiente. Desde luego la cosa cambia y es cierto, conviene ser amenazantes en el exterior y hogareños en el interior.

Me sorprendo cuando veo la casa con el Mon de los Hida. No me lo esperaba... Hay dos opciones: o allí vive un Hida o es una casa de invitados que han adecuado para mí... Pero no tiene sentido lo segundo, el único que sabe que soy yo el representante en funciones de los Yasuki es Ennosuke-sama.

A no ser que haya otra casa para los Yasuki... Bueno, es igual darle vueltas, ya me enteraré.

Cuando llegais al claro, tu anfitrion te solicita que te quedes en la vivienda, ya que va a informar a su señor. Asi que pasados dos minutos, te encuentras delante de la casa, haciendo una reverencia al palanquin en el que Ennosuke-sama se aleja.

Hago una reverencia, y miro la estancia.

Me inclino un poco ante las sirvientas.

-... Saludos.

-Ohaio gosai masho Hida-sama.- resuena en el claro, como el tintineo de cuatro campanillas de cristal.

Las cuatro jovencitas te hacen una profunda, educada y elegante reverencia.

*Vaya...*

Sonriendo un poco, entro a la casa, con curiosidad.

Pasas dentro y te admiras de las atenciones de tu anfitrion. Pinturas de bellos parajes adornan las paredes y un suave aroma a incienso de jade inunda la habitacion la cual no tiene gran cantidad de mobiliario excepto unos cojines para sentarse, una pequeña mesa y un apollo cerca de uno de los cojines.

Una de las muchachas te ruega que te sientes en el cojin que tiene el apollo al lado, cerca de la mesa y las demas se reparten a tu alrededor.

Encuanto te sientas una de ellas comienza a masajearte los hombros y otra te sirve te con licor de ciruelas.

Estas atenciones me sobrecogen un poco... en Kaiu Kabe ni soñaba con algo así.

Incienso de jade, té con licor, masaje... Cierro los ojos un poco, disfrutando del masaje de la muchacha.

*Deberías estar centrado, Takeda.* -piensa mi parte curtida y dirigida por el deber.

-Os lo agradezco... -acabo diciendo, y pruebo el té

-Shosuro Ennosuke-donno esta pidiendo audiencia para vos con mi señor Hametsu.- te dice la que te esta sirviendo el te.

-Sera un inmenso honor acompañaros mientras tanto.- te dice otra mientras se afana en relajar tus brazos y hombros con el masaje.

No obstaculizo el trabajo de las chicas... Procuro relajarme con el masaje, si Ennosuke está pidiendo audiencia, no tardará mucho en volver.

Miro el lugar... Es curioso que lo tengan tan bien preparado.

-Y para mí un descanso... Después de un largo viaje, atenciones así hacen sentir a uno afortunado.

Todas se rien tapandose la boca con la mano, tras lo cual, la mas alejada de ti empieza a cantar una cancion que hacia tiempo que no escuchabas. La gesta de Hiruma Terioka durante la caida del castillo Hiruma, en la cual salvo al primogenito del Daymio Hiruma Nuraku de tan solo dos años de edad de las garras de una terrible Oni antes de ser abatido en combate, salvaguardando la estirpe Hiruma.

Sí... Recuerdo esta canción...

Aunque no me suelen gustar las historias de Onis, debo reconocer que esta en particular siempre fue de mi agrado. Disfruto de la historia, cantada por una voz nueva.

Historias de Onis... Sólo había dos más que me gustaban. Recuerdo la leyenda que arrastraba el gran cráneo del Oni que decoraba la entrada del castillo de nuestro campeón cangrejo. De niño siempre me asombró esa historia. La otra trataba de una lección de humildad, cuando un extranjero Grulla saltó la muralla y después de días dándolo por muerto, volvió, arrastrando la enorme cabeza de un demonio. ¿Quien iba a imaginarlo, viéndolos tan modositos?

Tras unos agradables y relajantes momentos con las mas meliferas atenciones que has recibido nunca, de una habitacion dentro de la vivienda, sale un samurai con armadura que os interrumpe.

-Hida Takeda-san, diculpeme. Si me hace el favor de acompañarte.- Te dice mientras te hace gestos para que entres con el.