Buscando reconocimiento (dia 24, Mes del Dragon, Decimo Octavo año de Hantei XXXVIII)

El "Penacho rojo" al que te acercas te mira despectivamente y te contesta que segun el dinero que quieras gastarte, que elijas barrio.

Menos de un minuto despues, se te acerca otro cara de enfado mirando al anterior, al acercarse a ti suaviza el gesto y te dice que en el distrito mercader ahi unos baños si te los puedes permitir y si no, no esta prohibido bañarse en el rio fuera de la ciudad. Tambien te deja caer que es posible que te interese pasar por el distrito de los curtidores.

//Si necesitas info sobre los Eta o sobre el comportamiento habitual de la sociedad hacia ellos, pregunta.

- Gracias, Samurai-san - me inclino, agradecido. Luego vuelvo la vista hacia los últimos rescoldos del fuego -. Ha sido un incendio desafortunado pero era algo que cabía esperar. Después de todo, un almacen de peleas encubierto termina afectando a su entorno así. Menos mal que tenemos a los Penachos Rojos para protegernos en estos casos, de cualquier forma - me inclino de nuevo -. Gracias otra vez, Samurai-san. Que un buen viento guie vuestros pasos y os llene el corazón.

Me alejo de él, cojeando un poco.

//Nota: El nombre de la guardia de la ciudad es: La Guardia del Trueno. Lo de los penachos rojos, es un apodo que no deberias usar demasiado delante de ellos. No le ha molestado, por el tipo de samurais que hay en este distrito y por que lo has dicho con maximo respeto.

El samurai de manera mecanica te hace un leve gesto con la cabeza, mientras, anonadado y con la boca abierta te sigue con la mirada hasta que desapareces de su vista.

Tampoco te es indiferente que no has dejado de ser observado por algunos de los integrantes de los TragaFuegos y que no han dejado de maltratar al que estaba "desorientado" por los "torpe" que esta hoy.

Decido pasar por el rio y lavarme a mí mismo y mi ropa de los estragos del incendio. Prefiero no ir a los baños, mi dinero está mejor invertido en otras cosas, como buena compañía.

Mientras espero a que se seque el kimono me quedo echado a la vera del río, acariciando el agua corriente con una de mis manos mientras miro el cielo. Allí a la orilla, fuera del traqueteo constante de la ciudad bullente, con sólo algún insecto molesto como indeseable compañía, añoro ser tan solo un campesino. Sin peleas clandestinas, sin inclinaciones ante penachos rojos, sin persecuciones ni exilios, donde se puede espantar a los escorpiones y no tienes que recorrer medio mundo para eludirles.

Pienso que, de alguna forma, mi vida ha empeorado notablemente. ¿No sería más feliz olvidando mi espada y el peso de responsabilidad que supone cargar con ella? Tal vez a nadie le importase en un monte olvidado y perdido, tal vez lo considerasen erroneamente suficiente castigo y podría hallar allí algo de paz.

Nunca he buscado a la paz, pero ahora mismo, bajo el cielo grisaceo y el rocío que refresca mi espalda, no me importaría cambiarlo todo por disfrutar de una tranquilidad duradera.

O al menos, si pudiera buscarme una posición, ser alguien... Un puesto pequeño, desde luego, pero estable. Dejar de huir y de esconderme, dejar de ocultar mi cabello y preguntarme si el viajero que va a mi espalda no será en realidad un mercenario.

Suspiro. Supongo que algo así es imposible, así que me aferro a la idea de que es un estado de ánimo transitorio y que, en realidad, yo soy un hombre de aventuras, espadas, sangre y gloria, vagabundo y pendenciero.

Un millar de pensamientos revolotean en tu batallante cabeza durante tu improvisada meditación tumbado a la orilla del rio como tu madre te trajo al mundo.

Por un momento, sin buscarlo a penas, notas esa paz que llevas sin sentir desde que llegaste a una ciudad que a penas te ha dado tregua y que solamente te ha brindado ligeras muestras de bondad, no sin antes haber ofrecido una muestra de coraje y desnudado el acero.

Meditando esta y otras cosillas, te vuelves a vestir con tus dignos ropajes y te encaminas a la ciudad a buen paso pero sin prisas. Por el camino notas como te pinchan un poco las tripas, ya que por el incencio no es que te hayas agasajado grandemente y comienza a doblar la tarde.

En ultima instancia tienes un pensamiento para el gorrioncillo que se aposenta en tu nido y te preguntas si verdaderamente se le habrán dado bien la noche y la mañana.

//Ganas 1px, 1p de honor y otro de gloria.

Me dirijo al cuarto, curioso y a la vez ligeramente ansioso. Nadie sabe que está conmigo, o a nadie le importa lo suficiente como para averiguarlo, supongo, pero no quisiera que sufriera daño por mi culpa, o por culpas ajenas, así que voy a verla.

Cuando entras por la puerta del pescador, te da la sensación de que hay mas guardias del trueno, por el barrio de lo que estas acostumbrado a ver y como no tienes papeles de ninguna clase y si una katana, disimuladamente los rehuyes un poco mas de lo habitual por si te piden una explicación que no puedes dar mientras intentas acallar los rugidos (ahora mas feroces) de tus entrañas.

Entro a la posada y subo, pidiendo que suban dos comidas.

Con moderada educación, la patrona de la posada, te dice que no es una fonda y te recuerda que te queda esa noche pagada. No sabes si es por que no haces gasto con sus chicas, porque tiene un mal día o si es por algo mas, pero notas que esta molesta. Aun así no es tan estúpida como para ofenderte abiertamente y pagarlo contigo.

Qué remedio, subo a por la chica.

Cuando llegas, no esta, pero toda la habitación esta recogida, y encima del futon plegado en el suelo te encuentras una hoja de wul plegada con cuatro panecillos hechos con harina de mijo y una cantimplora con algo de sake, pero no demasiado.

Suspiro y como. Preferiría haberla encontrado a ella...

Me quedo pensativo y miro qué dinero me queda.

Te registras las mangas del quimono y sacas la bolsita de piel donde tienes guardado el dinero.

Mientras cuentas el dinero, piensas en el motivo por el que la cogiste de cuero y no de tela. Pensaste que en esas tonterías de que no se debe tocar piel muerta y por que los curtidores están tan mal visto, pero ahora piensas que el dinero es dinero y si alguien lo quiere le dará igual.

1...2...3... tienes en las manos ahora mismo y tocando alguna el cuero, un bu y 13 zenni.

Cuando termino de comer, pago la habitación otra seana y espero a que la mujer regrese.

La patrona te mira meditabunda, dubitativa, desconfiada, pero en un momento se muerde el labio y te dice.
-Lo siento señor, pero el precio por noche es para una persona sola. Si queréis que la joven comparta con usted la habitación, tendrá que ser un bu por toda la semana.-

En sus ojos ves que esta esperando una reacción por tu parte y de tanto en tanto mira de reojo a una de las habitaciones de la segunda planta.

La miro.

Cojo una moneda y la pongo lentamente a un lado del mostrador.

Cojo mi wakizashi y lo pongo lentamente al otro lado.

Entonces adelanto primero la moneda y pregunto con voz completamente fría.

- ¿Qué pasa en esa habitación?

La vieja baja los ojos y niega con la cabeza.

Cojo la espada corta.

- ¿Qué pasa en esa habitación?

-Si insistís en desenfundar, en esa y en otras habitaciones hay hombres de igual habilidad que vos y con mas crueldad.-

En vez de recular, el miedo ha hecho a la vieja reaccionar mal y esta empezando a levantar la voz. Con esto de das cuenta que la vieja barajaba la opción de llamar al inquilino de esa habitación si te ponías violento al subirte el precio de la estancia.

- Dejadlo - guardo el arma - Una sola persona. Yo dormire en otro sitio.

Pago lo mismo de antes.

A la velocidad de un relámpago y antes de que te arrepientas y te lo pienses mejor, coge la moneda de plata y deja tres de cobre, tras lo cual desaparece por una puerta tras un biombo.

Me quedo fuera, esperándola.

Prácticamente os tropezáis en la puerta de la posada. Ella hace por que entres para que los subáis a la habitación.

Te mira apenada, salta a la vista que estaba contenta y le has chapado el buen humor.

-¿Al final me dejáis?, ¿seguís sin fiaros de mi? o ¿es que estáis ofendido por lo que os dije hace dos noches Tachi-sama?.-

Ves que un rubor se enciende es sus mejillas detrás del pobre maquillaje y que sus ojos comienzan a enrojecerse. Incluso por un momento crees que va a romper a llorar sin todavía haberte soltado las manos.